Estos aforismos son como palabras que, echadas al azar sobre el papel, a veces arañan la conciencia, otras cuestionan la realidad. Un juego laberíntico de espejismos donde no se sabe quién dice qué ni quién es quién; los ecos se confunden y la voz rara vez es la que corresponde. El poeta trata de borrarse constantemente, toda su obra es un sublimado proceso de desaparición voluntaria. Lo que quedan son los pecios de un naufragio personal, levísimas llamas de misterio, espacios en blanco de la duda, formas de sueños inacabados. Los aforismos de Quien escribe es otro se presentan como porciones de vida cuyo propósito es levantar testimonio de la incertidumbre que invade el sentido de existir y de pensar; su objetivo es brillar un momento, con la claridad sutil de las mejores falsificaciones, y luego esfumarse. Pero algunos resisten, y perduran, y en ellos se asienta toda una memoria colectiva imaginaria.