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Prólogo de José Julio Cabanillas. Edición de José Julio Cabanillas, José Mateos.
Acaso la invención de la melodía sea el gran hallazgo de la humanidad. Si a ello añadimos el uso de las palabras y de nuestra capacidad simbólica, tendremos el trípode que sustenta la condición humana. La arqueología nos muestra que música, palabra y símbolo están entre los hombres desde que se irguieron sobre sus dos pies o vieron una estrella a medianoche. Todos los poetas de verdad grandes han tenido algo de visionarios y de músicos. Podrán convencernos de que en verdad el mundo está naciendo a cada instante: nuevo, vigoroso, alegre, casi ciego como los ojos de un recién nacido que nos lleva a la vida con su manita pequeña. Los villancicos nos llevan a la cuna. Son la misteriosa hermandad de unas voces que de pronto son blancas, aniñadas al son mismo del sol que nace. Las palabras, las melodías, vienen de muy lejos y han pasado por generaciones de almas y de labios antes de llegar a nuestra boca.