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Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950), poeta, narrador, ensayista y articulista de prensa desde 1977, es autor de una copiosa bibliografía. Entre sus novelas cabe destacar Los papeles del ilusionista (1982), El pasaje de la luna (1984), Tánger Bar (1984), La gran ilusión (1989, Premio Euskadi de Literatura y Premio Herralde de novela), Las pirañas (1992), No existe tal lugar (1997, Premio Nacional de la Crítica), La flecha del miedo (2000), La nave de Baco (2004), El piloto de la muerte (2005), La calavera de Robinson (2006), El Escarmiento (2013), El Botín (2015), Perorata del insensato (2015) y Diablada (2018). Entre sus libros misceláneos hay que destacar las crónicas de viajes La isla de Juan Fernández (2005), Cuaderno boliviano (2008), Chuquiago, deriva de La Paz (2017), Cirobayesca boliviana (2018) y Peatón de Madrid, así como una serie de diarios y dietarios, que se comenzaron a publicar en el año 1986, como La negra provincia de Flaubert (1986), La casa del rojo, Liquidación por derribo o Rumbo a no sé dónde (2018). En el año 2001, publicó toda su obra poética hasta esa fecha, con el título La marca del cuadrante. Solo en 2017 apareció Fingimientos y desarraigos, seguido de El piano de Hölderlin. Por lo que respecta a sus estudios y trabajos barojianos cabe citar: Derrotero de Pío Baroja (2000), Opiniones y paradojas (2000) y Pío Baroja, a escena (2006), Tiempos de tormenta (2007) y la edición y estudio de la novela inédita Miserias de la guerra (2006). Mantiene el blog Vivir de buena gana https://vivirdebuenagana.wordpress.com
Un viaje a la misma Bolivia que fascinó a Ciro Bayo y que ya retrató cien años antes.
El Baroja más descarnado: el que por gusto o a su pesar fue un consumado actor de sí mismo.