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El Tratado de Versalles convirtió en furibundo nacionalista a Fritz Thyssen, que hasta entonces sólo había sido conservador. Empresario de éxito, encabezó a los empresarios de la metalurgia para que se negaran a producir acero: como consecuencia fue encarcelado, y se convirtió en algo así como un héroe nacional. En 1923 quedó impresionado en un mitin de Adolf Hitler y no dudó en convertirse en el principal patrocinador del Partido Nacional-Socialista, aunque siguió afiliado al Partido Conservador hasta que en 1932, cuando los nazis ya eran una clara opción de gobierno en Alemania, se afilió al partido de Hitler. Entre sus primeras tareas estuvo la de enviar una carta al Presidente de la República instándolo a que nombrara jefe de gobierno al líder nazi. Además, dado que por entonces ya era el empresario más importante de Alemania, consiguió que la Asociación de Industriales Alemanes donara 3 millones de marcos al Partido para que pudiera afrontar con holgura la campaña electoral de 1933. Cuando Hitler sube al poder, en agradecimiento a sus servicios, lo nombró ministro honorario.
Pero no tardaría Thyssen en sospechar que una cosa eran las promesas nacional-socialistas y otra muy distinta la realidad de su maquinaria de poder. Cuando algunas figuras del Partido Conservador fueron asesinadas, Thyssen empezó a horrorizarse, y aunque su buena posición aún le permitía recomendar al líder algunos pasos, como la supresión de las SA, siguió obedeciendo las consignas aceleradas de los nazis: despidió a todos sus empleados judíos. Aunque, antes de la noche de los cristales rotos en 1938, Thyssen protestó ante Hitler por la persecución de los católicos en Alemania, ya que él era católico, lo cierto es que no fue hasta la invasión de Polonia que Thyssen se decide a dar el paso de romper con los nazis: considerando que la guerra es un error sobre todo un error económico manda un telegrama a Goring y enseguida huye a Suiza. De inmediato es expulsado del Partido y sus empresas son confiscadas por el Gobierno. Los nazis lo capturaron en Francia y lo encarcelaron.
Todo esto cuenta Fritz Thyssen en un libro que, aunque firmó él, escribió el periodista Emery Reves y se publicó en los Estados Unidos en 1941. Aunque Thyssen no reconociera nunca la autenticidad de las revelaciones del libro, al que achacaba exageraciones y delirios que se debían a la pura invención de su verdadero autor, muchas de ellas hacen pie en la evidencia de que durante años Thyssen estuvo alimentando un monstruo que estuvo a punto de devorarlo. Los detalles que aquí se ofrecen, arrojan clara luz acerca de cómo el nacionalsocialismo no fue sólo una máquina inhumana de vejaciones, torturas y crímenes, sino también un negocio redondo para quienes estuvieran dispuestos a no discutir una sola de las decisiones del gran líder. J. B.
Un multimillonario al que su relación con los nazis convirtió, primero en verdugo y más tarde en víctima
Un multimillonario al que su relación con los nazis convirtió, primero en verdugo y más tarde en víctima