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En 2009 se cumplen setenta años de la diáspora española por antonomasia. Con anterioridad podemos hablar de salidas masivas de españoles por decisiones políticas de monarcas absolutos como los Reyes Católicos o Felipe III. Judíos y moriscos españoles tuvieron que abandonar su tierra por la fuerza bruta debido, primordialmente, a que la unidad de España se había fundado en el poder uniformador y excluyente de la religión católica. Sin embargo, aunque durante la edad contemporánea fueron muchos los españoles que abandonaron el país perseguidos por el absolutismo, nunca en nuestra historia se dio una tragedia como la acaecida desde enero de 1939, cuando cientos de miles de defensores de un régimen democrático, reconocido así internacionalmente, tuvieron que dejarlo todo y atravesar las fronteras para, en muchos casos, morir en países a los que quizá jamás pensaron viajar.
La magnitud de aquella tragedia está todavía por aquilatar, pues si fueron muchos los que marcharon al destierro para salvar la vida, fueron también muchísimos quienes perecieron en ella víctimas de la tortura, los fusilamientos, los campos de concentración y las cárceles franquistas. En medio del incendio de sangre, dolor y oscurantismo provocado por los militares africanistas y sus aliados totalitarios, en medio de la brutalidad nazi-fascista que asoló España, sólo un país tuvo el valor de apoyar a la democracia republicana española: México, un país que se enfrentó a todos en su empeño y que, después, cuando la derrota terminó por romper todos los cristales, se convirtió en segunda patria de muchos ciudadanos que la habían perdido para siempre. Este libro es un homenaje a quienes lucharon por defender la democracia, a México, país al que debemos gratitud eterna, pero es también un duro reproche a las grandes democracias del tiempo (Reino Unido, Francia y Estados Unidos), que abandonaron a la República española y ayudaron a que se instalara en España una de las dictaduras más feroces que haya conocido el continente desde que la Revolución Francesa dio los primeros pasos para acabar con el Antiguo Régimen.