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Buena parte del atractivo de los diarios de Hilario Barrero tiene que ver con el escenario en que transcurre la vida cotidiana del autor, Brooklyn, ese distrito de Nueva York que es un mundo en sí mismo, o mejor, una colección de mundos. Y nadie como el poeta, traductor y fotógrafo Hilario Barrero para hacernos de guía en todos ellos. Brooklyn es el punto de partida y de llegada del continuo ir y venir de su autor. Son los suyos viajes en el espacio y en el tiempo, al Toledo de su infancia y a la España de hoy, a la música y a la literatura, al amor constante y al incansable ejercicio de la amistad. Hilario Barrero es un minucioso notario del sucederse de las estaciones, del tiempo que ni vuelve ni tropieza, de la inagotable variedad de gentes con las que se cruza cada día en esa ciudad que está en el imaginario de todos, pero que él sabe mostrar con otra luz. Stendhal lo dijo de la novela, pero vale quizá mejor para el diario, ese espejo a lo largo de un camino. Y en Hilario Barrero todos los caminos llevan al asombro y a la melancolía como en Brooklyn todos los caminos llevan a Prospect Park. Hilario Barrero es un caminante con los ojos muy abiertos hacia dentro y hacia fuera. Nada escapa a su curiosidad y por eso nunca deja de sorprendernos y nunca nos cansamos de leerle. José Luis García Martín