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Edición de Josebe Martínez.
La dictadora es la obra del intraexilio, que describe la vecindad consuetudinaria entre las familias del destierro. Una convivencia que dio lugar a relaciones amistosas o a enemistades que tienen tanto o más que ver con el transcurrir ordinario que con las ideologías. Así, La dictadora recrea el conflicto generacional, intrafamiliar, del que fue testigo la autora, María José de Chopitea, entre (presuntamente) la intelectual Margarita Nelken, dibujada como «la dictadora», y su nieta Margarita Salas, a quien llamaban Cuqui, con quien vivía. Desavenencias entre ambas motivadas por el noviazgo de Cuqui con el hijo del dramaturgo Cipriano Rivas Cherif, quien fuera a su vez cuñado de Manuel Azaña. La familia Rivas Cherif-Azaña y la familia Nelken presentaban dos líneas políticas dispares, que ocasionaron posturas enfrentadas que se perpetuaron en el exilio incluso, cuando ambas familias, en México, vivieran en el mismo portal y la misma escalera. El conflicto familiar surge porque las nuevas generaciones no quieren heredar diferencias pasadas que les impidan vivir su día a día con desencuentros irreconciliables.