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Prólogo de Eva Díaz Pérez.
Junto a los Gaziel, Corpus Barga, Julio Camba o Gómez Carrillo, insuperables relatores de la Gran Guerra de 1914-1918, la primera que tuvo entre sus auténticos y verdaderos protagonistas a la gente de los periódicos, habrá que contar a partir de ahora con el jerezano Enrique Domínguez Rodiño (1887-1974), un español residente en Alemania al que sorprende allí la guerra y que decide convertirse en periodista para sobrevivir. Sus crónicas a favor de los Imperios Centrales en La Vanguardia (contrapunto de las de Gaziel, en el mismo periódico, a favor de los Aliados) le granjean una rápida y polémica popularidad, y en 1916 se edita una primera selección de ellas bajo el título de Las primeras llamas. Diario de un testigo-cronista de la guerra. Todo el horror y asombro de la guerra, y de la vida que extrañamente la rodea, comparecen en estas páginas brillantes y bien documentadas. La escritora y periodista sevillana Eva Díaz Pérez traza en el prólogo una ajustada y esclarecedora silueta del olvidado Domínguez Rodiño y lo rescata, muy felizmente, para la historia del periodismo y para la literatura.