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Por Abelardo Linares.
Ha muerto Marino Gómez-Santos. Tenía noventa años y una curiosidad por todo y una fuerza para escribir absolutamente juvenil. Incansable en la escritura y en la conversación, parecía haberlo vivido todo y saberlo todo. Siendo un escritor muy del siglo XX, representaba también nuestro último eslabón con el siglo XIX y la generación del 98, pues había ido al cine con Azorín y asistido a la tertulia de Pío Baroja. Gran escritor y periodista excepcional, quizá el mejor de su generación, la del 50, más conocida y reconocida por sus poetas y narradores. Escribió o mantuvo amistad con todo tipo de gentes interesantes, desde Severo Ochoa, del que fue su albacea, y Gregorio Marañón, a Charles Chaplin, Ernest Hemingway, Marisol, Juan Belmonte, Mingote, Tono, Miguel Mihura, Joaquín Rodrigo, Conchita Montes, Raquel Meller y mil más de todos los ámbitos relacionados con la ciencia, la pintura, la música, la política y el espectáculo. Pero su pasión fue siempre el periodismo y la literatura, de la que estuvo hasta el final informadísimo y muy al tanto. Enumerar sus amistades literarias es tarea imposible, pero para los que amamos la literatura española es importante recordar que tuvo intensísimo trato con varias generaciones literarias y podía contar curiosas y sabrosísimas anécdotas de Julio Camba, Fernández Flórez, Luis Calvo, Rafael Sánchez Mazas, Ramón Pérez de Ayala, Camilo José Cela, Carmen Laforet, Rafael Alberti, José Bergamín…
En Renacimiento hemos tenido el alegre honor de publicar sus últimos libros. El ultimísimo su insustituible biografía de César González-Ruano. Marino Gómez-Santos, maestro y amigo, fue uno de esos pocos y raros hombres que sostienen secretamente el mundo y lo hacen más habitable. A.L.