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Antonella Russo. Catálogo y estudio de la revista «Horizonte. Arte, literatura y actualidades», Sevilla-Madrid 1938-1942. Sevilla. Ulises. 2016. Por Aníbal Salazar Anglada.
Antonella Russo. Catálogo y estudio de la revista «Horizonte. Arte, literatura y actualidades», Sevilla-Madrid 1938-1942. Sevilla. Ulises. 2016.
No es de extrañar que, recién ganada la guerra, el aparato represor franquista dispusiera un Juez Militar de Prensa -el temido y oscuro juez Manuel Martínez Gargallo, quien, paradójicamente, fue humorista de profesión- encargado de juzgar de forma específica a escritores, periodistas, ilustradores y dibujantes afectos a la República que pusieron su firma al servicio del Gobierno legítimo y mostraron su repulsa frente a la causa de los militares sublevados. La prensa, tanto la del bando republicano como la del ejército rebelde, jugó un papel crucial en la contienda española que se inició el 18 de julio de 1936. No pocos intelectuales de la España de entonces cumplieron tareas propagandísticas a través de artículos de prensa, piezas de teatro o poemas de circunstancia que hablaban de la guerra y que, en el caso de la poesía, resucitarían el Romancero popular. «Poco podrán las armas: les falta corazón», escribiría Miguel Hernández en un exceso de optimismo. Fue precisamente Martínez Gargallo quien dictó su sentencia de muerte.
Es cierto que los estudios sobre prensa y propaganda referidos a los años de la guerra civil española han proliferado en estos últimos tiempos como consecuencia lógica del interés inusitado por ahondar en el periodo entre 1936 y 1939, así como en la inmediata y dilatada posguerra. Gracias a este impulso, que todavía hoy parece inagotable y que sigue recibiendo el apoyo decisivo de ciertos editores generosos, han sido rescatados del olvido materiales muy diversos (novelas, poemarios, revistas, folletos, dietarios, manifiestos, epistolarios...) de un alto valor documental, los cuales nos acercan de un modo más veraz y complejo a la realidad de lo sucedido antes, durante y después de la contienda fratricida. Dicho interés por nuestra guerra más reciente sin duda se ha visto favorecido no por el hecho de que los españoles demuestren haber curado del todo las heridas del pasado inmediato (la crueldad de la guerra y su secuela no menos cruenta: el franquismo), sino más bien por la apertura en España de un encendido debate político y social sobre la memoria histórica, que ha traído de suyo una revisión de las causas y del desarrollo del conflicto bélico, y asimismo de la larga dictadura de Franco y del periodo histórico que sucede a esta y que conocemos como Transición, puesta en entredicho hoy por la izquierda radical y reivindicada por los más moderados, comenzando por los padres mismos de la Constitución, los que aún viven. Pese al esfuerzo encomiable de historiadores, filólogos y periodistas-investigadores por poner en claro el papel que jugó la prensa en aquella «España rota» que cantara Pablo Neruda, aún quedan zonas vacías por horadar tanto por lo que se refiere a publicaciones periódicas y folletos propagandísticos de uno y otro bando en liza, como a la identidad de los escritores, periodistas, ilustradores y cartelistas que brindaron su profesión al servicio de una ideología.
En lo relativo a las revistas republicanas, se han dado a conocer en los últimos lustros algunas aportaciones fundamentales a través de las que puede componerse un mapa completo de las publicaciones periódicas afines a la República, tanto las que derivaron directamente del sistema de propaganda creado ya desde 1936 bajo el Gobierno de Largo Caballero (revistas como Milicia Popular o La Voz del Combatiente) como las publicaciones culturales creadas por artistas y escritores del frente antifascista (entre otras, las muy conocidas El Mono Azul y Hora de España), sin olvidar los periódicos murales y hojas volanderas que nacían espontáneamente al calor de los acontecimientos. Uno de los trabajos más completos, amén de algunos artículos puntuales de interés, es el realizado por Mirta Núñez Díaz-Balart en La prensa de guerra en la zona republicana durante la guerra civil española (1936-1939), publicado en tres volúmenes por la madrileña Editorial de la Torre en 1992. En cambio, las revistas del bando sublevado no han recibido la misma atención, un hecho del todo entendible desde una lógica histórica si se tiene en cuenta que quienes reivindican la revisión del pasado una vez muerto Franco y reanudada la democracia no son los vencedores sino los vencidos. Lo cierto es que muy pronto, antes incluso de la Ley de Prensa promulgada por Serrano Suñer en abril de 1938, en las zonas donde triunfó el ejército rebelde se aprovecharon las prensas republicanas para echar a rodar la propaganda del «Glorioso Movimiento». De este modo nacieron publicaciones señeras como La Nueva España, ¡Arriba España!, F.E., Jerarquía, Vértice, Fotos, La Ametralladora, Horizonte o Libertad, esta última fundada por el creador de las JONS.
El trabajo encomiable en torno a la revista Horizonte realizado por Antonella Russo, investigadora de la Università di Salerno, Doctora en Literatura Española por dicha universidad y por la Universidad de Sevilla, viene a paliar la falta de un estudio exhaustivo de las publicaciones falangistas arriba mencionadas, que requieren de ensayos monográficos como el presente y asimismo de estudios de conjunto. La revista Horizonte fue una publicación falangista que se editó entre 1938 y 1942, primero en Sevilla y, finalizada la contienda, en el Madrid conquistado. Fue fundada en plena guerra por el periodista Manuel María Gómez Comes, conocido popularmente como Romley, asiduo colaborador de ABC y Blanco y Negro, el mismo que en abril de 1937 fundó y dirigió (al menos en sus primeros seis números) la muy conocida revista Vértice, «revista nacional de Falange» que se imprimía en los talleres de la Diputación de Gipúzcoa y cuyo primer número se abría tras el sumario con tres retratos a toda página: el Caudillo Francisco Franco montado a caballo, con una dedicatoria autógrafa firmada en Salamanca; un retrato del malogrado Ausente, esto es, José Antonio Primo de Rivera, fusilado en noviembre del 36; y un primer plano de Manuel Hedilla, quien se erigirá en uno de los altos jerarcas de Falange toda vez que desaparece de escena José Antonio. El primer número de Horizonte, que había sido anunciado desde las páginas de ABC y de F.E., se publicó en junio de 1938 en Sevilla, que era zona «nacional». El subtítulo de la revista: Publicación mensual de arte, literatura y actualidades, la sitúa claramente en el terreno de la cultura y la sociedad. La revista costaba 6 pesetas de las de entonces (luego bajaría a 2 al convertirse en semanario) y rozaba el centenar de páginas, algunas a color, en papel couché, con ilustraciones y fotograbados.
Los orígenes de Horizonte se remontan a los días en que Romley, su fundador y director, fue reclutado tras el alzamiento militar como Jefe de Prensa de Valladolid. Se le encomendó entonces la supervisión de Yugo y Flechas, periódico falangista publicado en Ávila, uno de los feudos del ejército rebelde. Poco después, a través de la Jefatura de Prensa y Propaganda, le fue encargada la creación de una revista de arte y literatura que diera mayor lustre al Movimiento, habida cuenta de la abundancia de intelectuales que se habían posicionado del lado de los militares sublevados o que pertenecían desde antes de la guerra a la Falange Española: Agustín de Foxá, los Álvarez Quintero, Rafael Sánchez Mazas, Dionisio Ridruejo, Luis Rosales, José María Salaverría, Joaquín Romero Murube, Manuel Díez Crespo, Adriano del Valle, Emilio Carrere y un largo etcétera. Es de este modo como nace Vértice, de la que Romley será nombrado director en febrero de 1937. Pero enseguida los grupos hegemónicos dentro del Movimiento entraron en disputa por el control de la revista, de modo que Gómez Comes se vio obligado a dimitir. En 1938 se instala en Sevilla, invitado por el marqués de Luca de Tena, a la sazón presidente del Consejo de Prensa Española, con objeto de que se hiciera cargo de Blanco y Negro una vez este semanario se publicase en zona rebelde. Entretanto, Romley colaborará asiduamente con ABC, retomando algunos artículos pensados en su origen para Vértice. Hasta que en la primavera de 1938 surge una nueva empresa cultural: la revista Horizonte.
El volumen monográfico de Antonella Russo no es solo un estudio muy completo y necesario de la revista en cuestión. Además, y no menos importante, incluye la catalogación de la revista: desde su primer número (junio de 1938) -un número especial dedicado a Sevilla, con portada ilustrada por Teodoro Delgado- hasta el último (nº 30, febrero de 1942), dedicado este a la novela policial y en el que aparecen noticias sobre la participación exitosa del Japón en la Segunda Guerra Mundial. La estructura del libro es clara en cuanto al desarrollo narrativo que propone la autora: se abre con un primer capítulo titulado «Armas de papel. Las revistas culturales y literarias», en que Russo comienza hablando de las relaciones entre el periodismo y la literatura, pues sin este binomio no se entendería la profesionalización del escritor en España. Era la dura «ley del garbanzo», como la llamara Leopoldo Alas Clarín, refiriéndose con ello a la necesidad en que se vieron los escritores o aspirantes a escritores de colaborar en la prensa con tal de tener un sueldo más o menos digno que, mal que bien, les permitiera poder dedicarse en su tiempo libre a escribir novelas, obras de teatro, o aún peor: poemas. «Ganado tengo el pan, hágase el verso», escribió el cubano José Martí, quien vivió de sus crónicas periodísticas. En este capítulo inicial la autora esboza un panorama de las revistas culturales y literarias que se publicaron por parte del bando republicano y del bando de los militares sublevados, el conjunto de las cuales formaría parte del sistema de propaganda que se activó con la guerra. No solo se trataba de una cuestión ideológica; estaba, además, la parte financiera, económica, lo que obliga a hablar de la publicidad. Era esta la que, como sucede hoy, sustentaba las ediciones de revistas y periódicos, en una época en que el papel escaseaba y costaba fortuna. No es de extrañar, pues, que Horizonte -como ya ocurriera con Vértice- se abra y se cierre con páginas de anuncios. El análisis de los mismos se hace por tanto imprescindible, como subraya la autora del libro, ya que más allá de adentrarnos en los públicos consumidores, la publicidad «representa una mirilla privilegiada a través de la cual se puede, haciendo el recorrido inverso, entrar en la sala de máquinas de una revista y entender su funcionamiento» (99).
El capítulo segundo nos introduce de lleno en el microcosmos de Horizonte. Se nos da noticia de su origen por medio de la figura del director, Gómez Comes Romley, y, a través de un análisis pormenorizado, conocemos la estructura misma de la revista, sección por sección, página por página. En el apartado 2.3. («Texto y sustancia») se abordan los elementos que definen a la publicación tanto a nivel gráfico como publicitario, y, en el plano de los contenidos, se dedican diversos subapartados a los principales focos de interés de la revista: actualidad, cine, moda y belleza femeninas. Mientras que el arte y la literatura son tratados, dentro del mismo capítulo dos, en un espacio aparte (apartado 2.4.). Lo cual resulta una decisión organizativa acertada por parte de la autora del libro, habida cuenta de la relevancia que poseen el arte y la literatura como vehículos de propaganda del Movimiento y, toda vez que triunfan los sublevados, del Nuevo Estado español. «Se trata de un corpus muy extenso y heterogéneo», advierte Russo. «Lo que seguramente revela ese conjunto de textos es la respuesta, no siempre orgánica pero eficaz, a las necesidades culturales del bando insurgente, primero, y, sucesivamente, del régimen franquista» (134-135). Aunque en los primeros números de Horizonte no hay prevista una sección literaria fija, a partir del cuarto número se inaugura una sección propia en la que tienen cabida poemas, textos narrativos, artículos de crítica, reseñas de libros... En las «páginas de lectura», sección que aparece con el número 12, asoman obras de autores nacionales (Eduardo Marquina, Emilio Carrere, Enrique Jardiel Poncela, Tomás Borrás, Manuel Machado, Adriano del Valle...) al tiempo que se dan a conocer figuras relevantes de la escena internacional (Luigi Pirandelo, Ladislao Fodor, Georges Rodenbach, Selma Lagerlöf, entre otros). En el espacio dedicado a la literatura tienen asimismo cabida, cómo no, los humoristas de esa llamada «otra generación del 27» (uno de ellos, como se ha dicho al comienzo, fue Manuel Martínez Gargallo, más tarde convertido en juez de sus compañeros de profesión). Vemos así deambular por las páginas de Horizonte las firmas de Miguel Mihura, Antonio de Lara Tono, Edgar Neville o José López Rubio, algunos de los cuales, de la mano de Neville, trabajarán para Hollywood.
Para dar cuenta de la riqueza que, en términos de arte y literatura, acumula Horizonte en sus pocos años de vida, así como del caudal de noticias sobre cine, belleza y moda femeninas, y en general de la sociedad de aquel tiempo convulso, nada mejor que recorrer el extenso Catálogo que incluye el presente libro (185-365).Es sin duda uno de los más valiosos aportes del estudio de Antonella Russo, sin desmerecer un ápice el dilatado ensayo que antecede a la catalogación, sin el cual muy poco entenderíamos al examinar, número a número, los contenidos de la revista. La catalogación, hay que agradecerlo, resulta exhaustiva, pues amén de las secciones y los contenidos de las mismas, muestra hasta los más mínimos detalles de cada número: descripción de las ilustraciones de cubierta y la autoría de las mismas; anunciantes publicitarios, explicitando la marca y la ubicación geográfica de la empresa; diseño de la portadilla; láminas interiores; símbolos e iconos falangistas que forman parte del diseño de la revista. El Índice de nombres que se incluye al final del volumen resulta de enorme utilidad, al señalar los números de la revista en que aparece tal o cual escritor o artista que participaron en Horizonte. Además de ello, y por si fuera poco, tras el catálogo el libro incluye un Apéndice gráfico con miniaturas de las portadas de los treinta números de la revista por orden de publicación. Con todo ello, y ayudados del estudio preliminar, tanto los especialistas como el lector interesado podrán hacerse una idea clara de la revista Horizonte, de lo que significó en su tiempo, y asimismo de su estética, acorde con la época. Debemos agradecer a Antonella Russo el extraordinario esfuerzo realizado para rescatar del olvido esta publicación, con todo el rigor de la investigación académica. Ello ha de servir, sin duda, a ulteriores estudios que habrán de mostrar, esperemos que pronto, el panorama completo de las revistas del bando sublevado, con objeto de situar la crítica historiográfica al mismo nivel que se ha aplicado respecto al bando republicano. Sería injusto terminar estas líneas sin mencionar la labor impagable -el tiempo lo juzgará- que viene realizando desde hace años la editorial Renacimiento (Ulises pertenece al sello editorial del Grupo Renacimiento) en el rescate de diarios, novelas, poemarios, revistas del tiempo de la guerra civil española, y asimismo de los años de la Segunda República y la posguerra. Un material que nos ayuda, hoy más que nunca, a vislumbrar con más luz la realidad de los hechos sucedidos.
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