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LA historia elaborada en Occidente en los últimos siglos, particularmente en el XX, ha sido utilizada con fines ideológicos y políticos al grado de conseguir tergiversar y deformar la realidad del acontecer de un período que se origina en el mundo desde el siglo XVI. Lo primero que salta es el olvido o la negación para lo que sería la comprensión del más importante Imperio del mundo moderno, precursor de la globalización: el Imperio Español en el siglo XVI, que no sólo comprendió a gran parte de Europa y América, sino aún Asia y África. La grandeza de esa imponente empresa, en el caso del Nuevo Mundo, fue mancillada por las denuncias que de su colonización hizo un fraile dominico, fray Bartolomé de las Casas, que defendió a los nativos de América y sus derechos para no ser considerados como seres irracionales y sujetos a la explotación inmisericorde de los conquistadores y pobladores españoles. Sin embargo, los hechos nos demuestran que ese mismo religioso propuso suplir los forzados trabajos impuestos a los indios por los que serían impuestos a elementos de la raza negra, secuestrados de su continente de origen; a Las Casas también le debemos los inicios de la presencia de la Inquisición Española en América. Recordemos cómo en el Memorial de Remedios para las Indias, de hacia 1519, le propone al Inquisidor General de España, Adriano de Utrech, Cardenal de Tortosa y futuro Papa Adriano VI, la introducción del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición a las Indias y Tierra Firme. Este libro trata de una familia, representativa de la sociedad novohispana, que arribada en el siglo XVI no vino a realizar la guerra, sino a invertir su riqueza para ampliar la esfera hispánica, como primer antecedente de eso que ahora llamamos globalización. Descendientes de Casas Reales, de personajes legendarios de la historia medieval europea, se quedaron en Nueva España y se acriollaron, al grado de convertirse en mexicanos de varias generaciones en el siglo XIX, defendiendo la modernidad de su país ya independizado, dando ejemplo de coherencia y valor. Me refiero a la familia Ribadeneira, cuya existencia en territorio del Septentrión Americano esbozamos aquí y ahora. La otra colonización, la llevada a cabo por anglosajones en América, por ejemplo, resultó tan criminal, que ocasionó la vergüenza y la culpa de personajes de la importancia del primer Secretario de Guerra en la Unión Americana y la de un Presidente de la reciente nación. Me refiero al General Henry Knox (1750-1806), quien admitió que «reconozco la absoluta extirpación de todos los indios en las partes más populosas de la Unión, por medios más destructivos para los nativos indígenas que la conducta de los conquistadores de México y Perú». Y, respecto al Presidente mencionado, no sería otro que el sexto que hubo en esa nación, John Quincy Adams (1767-1848), quien admitió lo siguiente: «deploró el destino de esa infortunada raza de americanos nativos, a quienes exterminamos con tanta crueldad pérfida y despiadada? entre los atroces pecados de esta nación, por los cuales creo que Dios algún día la llevará a juicio». Recordemos como Lorenzo Custer, exterminador de indios apaches, actualmente es considerado héroe entre muchos habitantes de Estados Unidos de Norteamérica. La lectura de este trabajo, demuestra como algunos de los primeros pobladores de México, no sólo fueron pillos, asaltadores, pícaros o criminales, sino personas de altas esferas en el ámbito de un dominio donde nunca se ponía el sol. Es la diferencia entre los Imperios, que han sido latinos frente los Imperialismos que casi siempre son nórdicos.