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Prólogo de Miguel Pardeza, Marcos López, José Antonio Martín Otín, Vicente Verdú.
Decir Zamora, Iríbar, Arconada, Yashine, Banks o Kahn y aparecer la imagen de un hombre con el uno en la espalda de un jersey y situado bajo los palos del objetivo de un campo de fútbol, la portería, es todo uno. Sin embargo también podemos decir Conan Doyle, Kapucinscky, Camus, Montherlant, Chillida, Niels Bohr o Aziz Sancar, Pavarotti, Julio Iglesias o «Lolek» Wojtila y seguimos hablando de lo mismo. Unos y otros fueron guardametas y todos gozaron del dulce sueño de juventud; unos y otros, célebres todos, formaron en el selecto batallón de los héroes bajo los palos. Sin embargo la lista no tiene fin y tan arqueros son esta punta de selectos como el batallón de anónimos, con sus circunstancias, sus méritos, sus desgracias, sus formas, sus colores, sus apodos, sus manías, sus glorias y sus fracasos. Pero cada uno de ellos fue especial por llevar a fuego sobre la piel de su espinazo esa breve marca vertical reveladora de que fueron los «número uno» del fútbol.