Menú
- inicio
- Catálogo
- Poesía y Teatro
- Historia y Memorias
- Narrativa y Ensayo
- Bibliotecas de autor
- Ulises
- Revistas
- mas vendidos
- Autores
- Prensa
- Comunidad
- Nosotros
- Digitalización
He aquí a los bohemios. He aquí a esa tribu de melenudos, de hampones, de hambrientos de vida y esperanza, de navegantes de la Puerta del Sol en busca y captura de un café con leche y media tostada. He aquí a los vencidos, a los proletarios del arte, a los que querían cambiar la vida y la literatura, en sus momentos más dramáticos y más álgidos, en sus necesidades más perentorias. He aquí al gran pícaro Pedro Luis de Gálvez, al increíble don Alfonso Uriarte de Pujana (que se pateaba sus propias obras teatrales), a Vidal y Planas y a tantos otros a quienes la necesidad les llevó por las rutas del ingenio. Quizá por ello, bohemia y anécdota han ido siempre unidas, hasta confundirse; quizá por ello «los personajes bohemios se perpetúan en la anécdota antes que en el libro». «Alejandro Sawa era el jefe de aquella familia de bohemios, y el de más auténtico valor literario, aunque tampoco escribía apenas, sino que derrochaba la pedrería coruscante de su imaginación en cafés y tabernas. Su prestigio era sobre todo anecdótico». (Cansinos Assens). Quizá por ello, la mejor antología de la literatura bohemia (por otra parte abundante y valiosa) sean sus anécdotas.