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Edición de Cristóbal Villalobos.
Agustín de Foxá, «vasto, gordo, exquisito, dandi, cínico, culto y brillante», según el retrato que Francisco Umbral hizo de él, llegaría en 1941 a una Finlandia en guerra contra la Unión Soviética, con la difícil tarea de representar a la España de Franco en un país aliado del Eje y abandonado por las potencias occidentales. Allí sería testigo de la Segunda Guerra Mundial en uno de los frentes más duros, que visitaría junto al escritor italiano Curzio Malaparte, que acabaría por convertirlo en personaje principal de la novela en la que narraría sus experiencias durante la guerra: Kaputt. Díaz-Plaja escribió que él «solamente quería ver el costado magnificente de las cosas, y cuando la realidad circundante se obstinaba en mostrarle el aspecto equívoco, gris o abyecto, Agustín de Foxá se fabricaba mundos de maravilla». En parte, este libro es eso: artículos, poemas y cartas que muestran la mirada nostálgica, culta, romántica al fin y al cabo, de un conde en medio de una Europa que se desangraba. Foxá, a las orillas del Ladoga, contemplando el cerco de Leningrado.