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Prólogo de Manuel Moya Escobar.
«NIÑOS que se esconden tras los balcones, escrutando un mundo agrio, hecho de orines turbios, gallinaza y miedo; niñas perversas que se alzan la falda y gritan como cortesanas deslenguadas ante infantes timoratos; viejas que en su día se enfundaron el traje y los zapatitos de princesas y ahora resisten al albur de la polilla y los juanetes; enanos vacilones y turbios que persiguen su minuto de gloria en la inopia de un taburete; señoras que contonean su decrepitud y sus fantasmas por baretos de mala muerte, niños que temen las patadas de las mulas; niñas gordas, espabilados y truhanes de toda laya. He aquí la minuciosa y a ratos perversa corte de los milagros que nos propone Guillermo Lacomba, un autor a caballo entre los desmanes de un Céline parlanchín y de un Beckett que se mueve en los derribos de la razón, y los entuertos de la gran picaresca española, pasando acaso por los entreveros de esa gran patafísica nuestra que es el esperpento. Todo en esta singular novela es exagerado». (MANUEL MOYA)