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Un torero español en su campaña americana, de hotel en hotel, de país en país y de plaza en plaza. Mata las horas muertas con la lectura de Cien años de soledad, mientras su chófer intenta escribir una novela y el mozo de espadas, siempre en busca de bares de ambiente, ignora que será secuestrado. De cuando vez, en su habitación de hotel y siempre por sorpresa, al matador le visita una cálida admiradora francesa. Él acaba de dejar su relación con la cantaora Lucía Vargas, con quien ahora coquetea su gran rival en los ruedos. Entre vigilia y sueño, sin saber si está en el quirófano, en la arena o en la penumbra de su habitación, el protagonista intuye que no descansará hasta enfrentarse al misterioso Minotauro, que le persigue y no le deja vivir en paz. Ante el asombro de su mozo de espadas, decide firmar en Bogotá el contrato para torear en la plaza del fabuloso Macondo, donde por fin se encontrará con el Minotauro y, además, también con un extraño presidente de plaza. Mientras busca refugio y sosiego en las páginas de su libro de cabecera, ignora que antes tendrá que verse las caras con su máximo enemigo, José Delgado, en la misteriosa plaza de Comala, donde dicen que su presidente, un tal Pedro Páramo, es un rencor vivo.