Menú
- inicio
- Catálogo
- Poesía y Teatro
- Historia y Memorias
- Narrativa y Ensayo
- Bibliotecas de autor
- Ulises
- Revistas
- mas vendidos
- Autores
- Prensa
- Comunidad
- Nosotros
- Digitalización
«La poesía, que ya es de por si esfinge de sonrisa enigmática, si además es tarea de jóvenes se convierte en laberinto cretense o en un «entremos más adentro en la espesura». Durante milenios los poetas, por lo demás sujetos homogéneos en susceptibilidad, no se han puesto jamás de acuerdo en definir o al menos en aclarar, que astro lejano es ese de la poesía. Se ha repetido mucho ?y yo estoy entre los que sostienen ese aserto? que la poesía, como el acné o la ropa de marca, es un fenómeno de juventud. Ahora, quizá por mis años, me gustaría matizar lo que he querido decir siempre: que el poeta antes de los treinta años debe tener ya, pasado el tiempo de iniciación, su voz personal, su manera de entender y de interpretar el mandato órfico. Las antologías no dan más que disgustos y los antólogos son sufridores natos; para empezar tienen que ir apartando, encajonando, estabulando como si fiera ganado, la grey poética: poetas del sur o del norte, de la postvanguardia o de la experiencia, intimistas o sociales, poetas unidos por la cifra de sus años, los que llamamos, también para marcarlos, generación o grupo. Y nada más enojoso que ir mal acompañado en la eternidad efímera de una antología, viajeros incómodos en un viaje sin retorno. La poesía tiene estas bromas y sonríe, ya lo dijimos, leonardescamente.» P. G. B.