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Prólogo de Azorín.
Del vivir (1904) es la primera obra que Gabriel Miró reconoce como suya después de repudiar las dos novelas anteriores, La mujer de Ojeda (1901) e Hilván de escenas (1903). El escritor supera aquí el modelo de representación mimética de la realidad, propio de la convención realista-naturalista, para encontrar una nueva manera de creación «poética» en la que, eliminando la trama argumental, pudiera acercarse más a una verdad. Para ello inventa un personaje original, Sigüenza (que le ha de acompañar toda su vida), y elabora un tratamiento de la materia basado en principios constructivos que el lector puede ir descubriendo: la relación entre inicio y fin; la organización temporal del relato; la disposición y distribución de escenas y episodios; el uso de contrastes y de paralelismos antitéticos... La fabulación queda sustituida por el hallazgo de una técnica adecuada para alumbrar una verdad moral de profundo calado. La novela de mi amigo (1908) viene a ser una lograda indagación en la narrativa intimista al integrar un relato en primera persona (lo que confiesa «mi amigo», el pintor Federico Urios) en un texto producido por un yo innominado que recoge la intimidad del personaje y el mundo en que ambos viven. Fue calificada entonces como «novela lírica», adelantándose más de medio siglo a la utilización y al desarrollo de este concepto por la crítica literaria.