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Uno de los muchos méritos de César González Ruano como escritor fue su talento para el retrato literario. De hecho, gran parte de su obra no se entendería sin tener en cuenta esta habilidad para describir en pocos trazos al personaje de turno, de la que ya dio muestras en sus primeros textos, aunque hasta Siluetas de escritores contemporáneos no se animó a exhibir en un libro unitario lo bien que se le daban las vidas ajenas. Publicada en 1947, esta colección de esbozos y semblanzas se centra en los escritores de la generación del 98, junto con una selección de epígonos y afines, algunos más famosos que otros, pero todos igual de relevantes para conocer una etapa clave de nuestra historia cultural. A medio camino entre la elegía y la caricatura, cada una de las piezas que componen este volumen es una pequeña obra maestra que brinda al lector la ocasión no sólo de recordar quienes fueron muchos de los protagonistas que coparon periódicos y editoriales en la llamada Edad de Plata, sino también de constatar la vitalidad de un escritor al que se ha querido defenestrar más de una vez, aunque con escaso éxito. Y es que si, por un lado, la sensación que nos deja la lectura de este ramillete de figuraciones y espectros es la de haber sido testigos de algunos instantes vitales de Pío Baroja, Valle-Inclán, Miguel de Unamuno, Francisco Villaespesa, Manuel Bueno, Jacinto Benavente, Ramiro de Maeztu, Rafael Cansinos Assens, Emilio Carrere o Ramón Gómez de la Serna, y muchos más, por otro, congratula saber que la buena prosa aliada con el humor y la nostalgia no tiene rival cuando se trata de combatir la desmemoria y los malentendidos del paso del tiempo.