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Este libro supone un viraje decisivo en la manera de poetizar de José Mas: la voz individual de un yo biográfico queda sustituida aquí por las voces que la imaginación crea y destila: la Ondina -que, en aras del amor, se juega su eternidad monótona por una vida efímera, pero intensa-; el ciego príncipe -apuesto y desvalido, que tiene el corazón demasiado poblado-; la hermana, esclava y dueña del tabú; la lectora, transmisora de vidas diferentes que, un instante, se cruzan con sus sentimientos reprimidos; y, sobre todo, es singularmente importante la voz coral de los seres irracionales o incluso inanimados. Y así, son voces del drama los árboles del jardín -testigos nupciales-, las alfombras del palacio -portavoces del pánico que prepara la catástrofe- o las voces del lago y las voces interiores de la propia Ondina, que nos retransmiten las convulsiones del parto. El autor subtitula hidrodrama a este poema escénico -pues no en balde es el lago escenario fijo o portátil de este conflicto de amor- y lo subdivide en tres cuadros y diez ondulaciones, pues las escenas al uso quedan reemplazadas por las turbulencias sentimentales, que se cierran y encajan en diez anillos.