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Traducción de Enrique García-Máiquez. Prólogo de Enrique García-Máiquez.
Esta obra teatral de Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) se escribió en 1930, pero ni se publicó ni se representó, quizá para hacer honor a su nombre también póstumamente. La sorpresa, efectivamente, tiene la virtud de pillarnos siempre desprevenidos. Por una parte, confirma que Chesterton era también lo que no sospechábamos ni nosotros ni él: un autor de teatro. Al sumarse a Magia y a El juicio del doctor Johnson configura una trilogía teatral digna de consideración. Por otra parte, la obra misma es una catarata de sorpresas encadenadas, no sólo en la trama, hecha de volutas que nos ganan la espalda a cada momento, sino en la intención. De la mera diversión a la verdadera meta, que es la Teología, La sorpresa pasa por el metateatro, la metapoesía, la metacrítica y la metafísica. Todas son metas volantes, porque el vuelo de esta pequeña obra parece no tener fin.