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En los espacios de nuestra memoria habitan las personas ausentes que más estimamos. Su recepción en estas salas fue tanto más cálida cuanto más profunda resultó la vivencia amorosa. El edificio donde residen no puede perfilarse con demasiada precisión, sólo podemos vislumbrar algunas claves para acceder a él por las puertas de los sentidos, pero tiene vínculos con espacios habitados o evocados desde la lejanía. Las palabras de escritores como Gabriel Miró, Juan Chabás y Louis Aragon se juntan con las nuestras, en una larga conversación que va más allá del tiempo. El diálogo con estos autores que compartieron una perspectiva humana en circunstancias difíciles, el fervor por la búsqueda minuciosa de la palabra y la pasión abierta por la mirada pictórica, se desarrolla en lugares concretos: la casa mediterránea de Miró, con la visión desde sus ventanas hacia el mar azul y los cipreses del huerto de cruces, en la comarca alicantina de la Marina; los litorales cubanos del exilio de Chabás, desolado por la pérdida amorosa y la derrota en la Guerra Civil, con su luminosa Denia siempre en el recuerdo; y el viejo molino rehabilitado de Aragon, con sus habitaciones detenidas en el tiempo por la ausencia de su compañera Elsa, la tumba compartida de piedra y el sonido de la música clásica en un amplio y frondoso jardín, en las cercanías de París.